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“Seguimo’ aquí”, la instalación de Bad Bunny que transforma la memoria boricua en una experiencia sensorial

Como una carta de amor a sus raíces, la exposición gratuita se ubica en Plaza las Américas.
By José Karlo Pagán Negrón
julio.16.2025

Hay una foto en la que Benito Antonio Martínez Ocasio sonríe con ternura mientras sostiene un regalo por Navidad. Era pequeño. Aún no le llamaban Bad Bunny. Y, quizás, él tampoco imaginaba que algún día se convertiría en el artista más escuchado del mundo.

La foto cuelga de una pared en “la casita de la abuela”, una recreación de un hogar puertorriqueño de entre 1930 y 1950: de madera y techo de zinc. Hay una nevera blanca de la época que aún funciona. En su puerta se lee General Electric y un imán con la bandera de Lares sostiene una foto de algún paisaje borincano.

Hay mecedoras de madera, quinqués, cerámicas de santos, pilones, cantimploras, un colador de café, un radio y una foto de Eugenio María de Hostos grabada en un plato. También hay un pinche que agarra un recorte de periódico y varias notas escritas a mano.

Sobre una mesita, reposa Terrazo, de Abelardo Díaz Alfaro, y Vejigantes, de Francisco Arriví. Hay una carta de la Universidad de Puerto Rico, donde estudió Benito, y fotos sin color. Cerca de donde se cuelgan las llaves, una placa lee: «Dios bendiga cada rincón de esta casa».

Se siente cercano, como si todos, en algún momento, hubiéramos estado allí. Porque aquello es la historia común de miles de puertorriqueños criados en hogares llenos de imágenes de vírgenes, de crucifijos y de oraciones al niño Jesús.

La casa forma parte de Seguimo’ aquí, una experiencia inmersiva y multisensorial gratuita, producida por la empresa Vibee, que busca enaltecer las raíces culturales que formaron al artista. “Que sientas que estás dentro y viviéndolo”, explica el guía Derick Castro. Una carta de amor a la permanencia, a la identidad y a la memoria.

Se oyen coquíes y pájaros, mientras un rayo de luz tenue atraviesa un túnel hecho con más de 2,000 pavas. Allí comienza todo. “Es una oda al jíbaro”, dice Castro, “representa el amanecer del campesino”. A esos que sembraron los cimientos.

La figura de una virgen, escondida entre helechos, bromelias, ficus, alocasias y ruellias, resguarda la casita de madera. Dentro, la pieza textil “El mundillo de Concho” –bordada por Carmen Arteaga, Josefina Rivera Rosario y Carmen González durante dos meses– plasma al personaje principal del álbum DeBÍ TiRAR Más FOToS.

En la exhibición podrás ver a Concho, uno de los personajes principales del disco DeBÍ TiRAR Más FOToS. (Suministrada)

Al salir, un patio lleno de plantas invita a respirar, mientras chupas un dulce de mantequilla y observas sábanas y toallas que guindan de un cordel. Hay dos sillas, pero esta vez no son de plástico, sino unas mecedoras típicas de hierro.

En una esquina, entre uvas playeras, está estacionada la “guagua de Benito”, la Suzuki Samurai JX que guía el actor Jacobo Morales en el corto homónimo al último álbum del Conejo Malo.

De momento, te ves dentro del Pozo de Jacinto, en Isabela. Escuchas las olas que rompen con fuerza contra las piedras. Sientes la brisa y tambaleas.

En esta parte del recorrido, podrás tomarte foto en una recreación del pozo de Jacinto en Isabela. (Suministrada)

Es un cuarto cubierto de pantallas LED a 360 grados que te transporta al lugar donde, dice la tradición oral, un joven campesino y su vaca cayeron al mar durante una tormenta. Aquí no necesariamente tienes que gritar “¡Jacinto, la vaca!” para que el mar te conteste con fuerza, más bien sonríe porque una foto te espera.

“Todos los sonidos nosotros fuimos y los grabamos”, puntualiza el supervisor Ricardo Rivera.

Luego, un museo exhibe piezas utilizadas en los videos musicales. Está el teléfono público de “BOKeTE”, el cofre de los recuerdos que desentierra Morales y las maquetas utilizadas para “KETU TeCRÉ”, que fue animado fotograma a fotograma.

“Se necesitan 1,000 fotos para tres segundos de video. Así que se necesitaron 4,000 para que Concha [el amor de Concho] estuviera perreando”, resalta la guía Bethmari Márquez.

En una esquina, se erige una pequeña cabina de madera. En ella, Bad Bunny trabajó su disco más emocional hasta la fecha en alguna parte de Puerto Rico que aún no ha sido revelada.

Frente, hay un mural dedicado al único sapo nativo de Puerto Rico, que resiste a su propia extinción, en parte, por las especies invasoras que lo han ido dejando sin hábitat.

Al finalizar la exhibición, podrás comprar artículos de memorabilia relacionados a Bad Bunny. (Suministrada)

Ahora, se abre una gran “plaza pública”. Hay farolas, bancos, pequeños jardines, mesas de dominó y un carrito de helados que tiene de coco, parcha y piña. Podría ser la de cualquier pueblo del archipiélago. Un lugar vivo, donde lo cotidiano ocurre.

Suenan congas. Proviene de un cuarto aledaño, el de la bomba. Al tener las paredes curvas, sientes que entras al medio del batey. Las pantallas proyectan a músicos que repican el cuero al son de las faldas, las manos o los hombros que improvisan. Esa expresión del esclavizado que se transforma en orgullo.

Al salir, hay nueve vejigantes y la barra El Brindis. La carta fue ideada por el restaurante lala, del que Benito es copropietario. Por $12 hay tragos que evocan a la nostalgia como el Limoncillo, y otros como Guapería o lalalandia, con vodka y guanábana. También hay bebidas sin alcohol a $5 y Medallas a $4.

Hay un espacio secreto del que solo podrán disfrutar aquellos fanáticos que compraron algún paquete VIP con Vibee: un speakeasy. Con un estilo más lujoso, una de las paredes está adornada con dos ilustraciones de Alexis Díaz: “Cría” y “Mancha e’ Plátano”.

Se termina entre mercadotecnia exclusiva que va desde los $15 hasta los $100. Hay hoodies con los colores y la bandera de Puerto Rico; t-shirts con el rostro de Luis Llorens Torres o que leen “Hogar, dulce hogar”; gorras; pines de Concho, el cuatro puertorriqueño, la cotorra o de una piragua; vinilos y cámaras desechables.

Los recorridos no son guiados, son libres. Las instrucciones se brindan en español y en inglés. Y es necesaria la reservación en línea.

La experiencia está instalada en el primer nivel de Plaza Las Américas y cerrará el próximo 14 de septiembre, cuando culminen los 30 conciertos que forman parte de la residencia “No me quiero ir de aquí” que está realizando el artista en el ‘Choliseo’.

Porque mientras allá hay gozo. Acá hay reflexión. Porque allá se disfruta con Bad Bunny, pero acá se conoce a Benito y qué lo formó para ser hoy el artista, en castellano, más escuchado del mundo. Una exposición para mirar hacia adentro, hacia el país, y preguntarse con sinceridad qué significa “estar aquí”.

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José Karlo Pagán Negrón

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