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Fofé: “No soy un personaje fabricado. Soy tal cual”

El artista repasa su trayectoria musical de más de 25 años. También reflexiona sobre la escena independiente de Puerto Rico y nos habla de lo que viene.
By José Karlo Pagán Negrón
mayo.27.2025

Cuando se sube a ese lugar sagrado se revela tal cual es. No hay miedo. Ocupa el espacio. Su mirada transmite ternura. Y su dragón, impregnado en su cabeza rapada, resguarda esas sensibilidades que pronto se convertirán en melodías.

Entonces, su voz flota, envuelve. Muta de lo melódico a lo gutural, de la ternura al caos. A veces duele; otras, acaricia. Es como si cada palabra viniera de ese lugar donde la belleza y la tristeza bailan, llenas de lujuria, de deseo, de placer.

“Es el momento donde soy completamente libre”, dice José Luis “Fofé” Abreu (1970). “Ahí es donde más seguro y a gusto estoy. Controlo todo y lo disfruto”. 

Así ha sido desde pequeño, cuando en la marquesina de su casa, en Isabela, cantaba las canciones de La Pandilla agarrado de un palo de escoba.

Fofé es, sin duda, una de las voces más influyentes de la escena musical de Puerto Rico. (Fotos por: Alberto Bartolomei/El Track)

Ya tenía una sensibilidad especial, una inclinación “hacia las cosas lindas”. Creció en el campo, entre cabritas y gallinas. Y sufrió bullying, por no ser “machito”. Pero nunca renunció a sí mismo.

“No me dejé intimidar. Me refugié en mi personalidad. Yo era quien era. No jugaba baloncesto, pero canto cabrón”, afirma.

Y sí que lo hace. En el escenario, nunca le ha temido al exceso. Lo abraza.

“Puñeta, si te lo vas a creer, tienes que creértelo. Vívete la historia completa”, suelta.

Esa libertad, conquistada a fuerza de autenticidad, lo ha convertido en un ícono de la música independiente en Puerto Rico. Una carrera sin remordimientos de más de 25 años. 

Comenzó en Xaomati. Su madre, maestra de inglés, le hacía los vestuarios. La bailarina del pueblo les montaba las coreografías y señores que solían cantar en tríos les enseñaban de interpretación.

Luego, se enamoró del hard rock y fundó MacDeath, junto a su amigo. Hasta que escuchó The Cure y se identificó con aquella voz melódica.

“Esto es lo que me gusta a mí”, se dijo. 

Así que fundó De Facto. Se fue de intercambio estudiantil a España y experimentó la movida madrileña. Botó sus Reebok y se puso aquellas botas checas que había comprado en La Gloria y que, con esmalte, le había borrado la marca.

“Fue un cambio. Internalicé esa cultura y es lo que me define bastante hoy”, asegura.

Acá, la escena de rock local se cocinó en el oeste, lejos del mainstream capitalino. Bajaban de los campos –Barranquitas, Orocovis, Morovis– para los festivales underground que se hacían en Longbranch, en Aguadilla.

“La fauna era alucinante. Todos convivíamos en una amalgama de lujuria y fascinación. Todo el mundo gozando, bailando. Era uno de los mejores momentos que se vivió en Puerto Rico. No era para nada anexionista, sino que sirvió de reafirmación cultural. Éramos orgullosos de ser jíbaros, de ser de la isla”, recuerda.

Desde joven, el intérprete participó en agrupaciones musicales, tales como Xaomati. (Fotos por: Alberto Bartolomei/El Track)

Lo invitaron a formar parte de El Manjar de los Dioses. Él no quería. Estaba terminando su maestría en psicología industrial y organizacional, tenía novia y pensaba en casarse. La música, se repetía, era solo un hobby.

Pero la conexión con la banda fue inmediata. “Fue como un despertar indescriptible. Aquí sí que yo me jayo. Sentí seguridad”, admite.

Fofé se lanzó. Mezclaban el folclor boricua con el postpunk, el cuatro puertorriqueño con guitarras eléctricas. Fueron pioneros en ir a tocar a festivales en Estados Unidos. La crítica los equiparaba a Caifanes.

Pero la fama no es para todo el mundo. Llegaron los ataques de pánico y la ansiedad para uno de los músicos.

Fofé no. Él estaba en su “salsa total”. Por eso, quizás, le dolió tanto la ruptura. Pero no se iba a “tirar a morir”. Se juntó con otros dos de la banda y crearon Circo. 

Lanzaron No todo lo que es pop es bueno (2001). Y todo explotó. Fue la primera banda independiente en ser nominada a los Grammy Latino. Firmaron con Universal Music. Publicaron En el cielo de tu boca (2005). Más nominaciones. Brincaron a Sony. Sacaron Cursi (2007). Pero algo pasaba.

La industria cambiaba. Empiezan los streams. Las discográficas se reestructuran. Llega la música urbana y lo acapara todo.

Fofé cuenta con una trayectoria musical de más de 20 años. (Fotos por: Alberto Bartolomei/El Track)

“Nos convertimos en una banda de culto, pero no pudimos tener ese cariño de la industria porque cambiaron los muñequitos. Estábamos agotados, cansados, porque siempre había sido una lucha”, resiente. Así que en el 2009 anuncian un receso indefinido.

Otro golpe. Pero este ya se lo veían venir. La pausa era necesaria, para recargar.

Con su insaciable creatividad, se adentró al mundo del performance. Pero le picaba la vena y creó Fofé y los Fetiches. “No tenía nada que perder”, dice. Lujo eterno (2013) le dio espacio a su vena más oscura, más política.

Pero ser parte de la escena indie en Puerto Rico siempre ha sido “cuesta arriba”. Le insistía a la prensa para que los cubriera.

“Jodí tanto que me empezaron a tomar en serio. Se dieron cuenta de que esto existe”. Y lamenta que no fuera igual para otros compañeros, como Dávila 666 y Los Pepiniyoz. “Han tocado con los íconos más grandes del postpunk, y de todo el rock, y aquí nadie nunca lo supo”.

“Creo que la escena independiente en Puerto Rico es un ejemplo de resistencia que toma más sentido porque ahora el país entero está en resistencia”, expone.

Ese aguante, Fofé lo desborda en el escenario. Medusas colgantes, gigantes que luchan, faldas, brillos, orejas de animales, kimonos.

“Hemos hecho un montón de barbaridades. A veces, ofendimos a la gente y otras las educamos. Recibimos botellazos y hasta la gloria máxima del aplauso”, sostiene.

Donde hay arte, Fofé está. En cada oportunidad encuentra un lenguaje nuevo para decir: soy libre, y esta es mi voz.

No siente presión por ser el referente que es. “No soy un producto. No soy un personaje fabricado. Soy tal cual. Lo que me distingue es mi honestidad”. La misma que ha puesto en cada tema. Que con generosidad le regala a su público para que sane, goce, viva, sienta. Y ha sido así por generaciones.

El cantante también contó su trayectoria en las agrupaciones Circo y Fofé y Los Fetiches. (Alberto Bartolomei/El Track)

“Es mi mayor premio, poder ser parte de momentos tan íntimos de sus vidas, de celebraciones máximas o de las cosas cabronas que la gente vive. Me siento bendecido y agradecido de crear un material que los acompaña y les ayuda a ser mejores personas”, reflexiona.

A él le preocupan otras cosas, como el futuro del país. “Estamos siendo gobernados por la gente más mediocre, más insensible, con poca cultura, sin gusto. Me frustra”.

Todo ese malestar social hizo que Circo se juntara nuevamente y lanzara Adiós, Hola (2020). Lleno de realismo mágico, con sarcasmo e ironía, con nostalgia y melancolía, para celebrar la vida.

Fofé sigue creando. Porque no sabe vivir de otra forma. Incursiona en el mundo del teatro. El año pasado, interpretó al Loco en Son de Reyes, una fantasía caribeña en el Teatro la UPR.

Inquieto, murmura que trama algo, pero que no puede decir. Que siempre está haciendo “cosas importantes”, que nunca está “mirando pa’ arriba”. Que busca, en todo momento, seguir creciendo como artista.

Insiste en que no le preocupa qué pasará con su obra una vez ya no esté. Aunque a veces fantasea con la idea de que “algún día la descubrirán y dirán: ‘Mira para allá, qué cosa más cabrona’”.

La verdad es que ya lo dicen. Quizás no en los canales de siempre, pero lo dicen. Su arte resuena en generaciones de músicos y en miles de hogares en los que aún se ‘esgalillan cantando sus canciones. Porque en ellas hay paz. Hay verdad.

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José Karlo Pagán Negrón

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