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“Una más” de Bad Bunny y el eco de un país que no olvida

En una función extra cargada de simbolismo, Bad Bunny transformó el cierre de su residencia en el Choliseo en un espacio de memoria, orgullo y celebración boricua.
By Daniel Gabriel González Santana
septiembre.24.2025

En un vagón del Tren Urbano en dirección a Sagrado Corazón, en Santurce, se escucha a una mujer cantando con entusiasmo: “Baby, te voy a dar una ‘weltita’ por la playita”. A su lado, su hija le responde: “Mami, ahí es vuelta, no ‘weltita’”. El momento es solo uno de los muchos que ocurrían a la vez: risas de pasajeros, coros desafinados de DeBÍ TiRAR MáS FOToS  y especulaciones sobre quiénes serían los invitados sorpresa de la noche. No es un día cualquiera; el concierto coincide con el octavo aniversario del paso del huracán María.

“Vi que le iban a poner un toldo azul a la casita”, dice un chamaco que va de pie. “¿Cómo se va a trepar al techo entonces?”, le responde su pana. Otros miran por la ventana o navegan en redes sociales, donde se mezclan imágenes de la catástrofe de hace ocho años con outfit checks de los que sí consiguieron entradas para “No Me Quiero Ir De Aquí: Una Más”, la ñapa que lanzó Bad Bunny de su residencia de conciertos. La fiesta, a millas del estadio y horas antes de que arranque, ya había comenzado.

El tren se detiene en Hato Rey, justo al lado del Choli, y la algarabía se triplica. Kioscos de venta de productos y bebidas de marcas internacionales y vendedores locales llenan el camino hacia la entrada. “¡Consigue tu Concho aquí!”, grita un señor detrás de una mesita cubierta de cerámicas de sapos, queriendo tomar parte de los $379 millones que el Municipio de San Juan estimó generaron los 31 conciertos celebrados en Puerto Rico.

Subiendo pa’ la montaña

Adentro, la gente corre hacia sus asientos, captura selfies y documenta cada movimiento, quizás con la conciencia del momento histórico. Las luces comienzan a bajar, y con cada grado de oscuridad, el bullicio se convierte en gritos de emoción.. A las 8:20 p.m., el billboard sobre  el escenario proyecta un mensaje de Benito diciendo que, aunque la residencia histórica de 30 noches terminó el domingo anterior, esta función extra es una oportunidad para demostrarle al mundo que “P.R. es otra cosa”.

“¡Benito, sal ya!”, grita una mujer a las 8:32 p.m. Veinte minutos después, las luces se apagan del todo. El show está por comenzar. En el escenario, una jíbara entra buscando su cámara perdida. Desde el público, algunos le responden:“¡Ahí no!”, cuando busca en una nueva esquina. Luego aparece un subidor, encarnado por Julito Gastón —percusionista y director musical de Los Sobrinos—, que busca su tambor para tocar bomba puertorriqueña. “A mí me lo han quitado todo, y lo que me queda es este tambor”, dice antes de hacerlo sonar.

La montaña verde que domina el escenario parece un fragmento de campo trasplantado al Choli. A su derecha, un flamboyán rojo vivo arde bajo las luces. Todo parece un relicario boricua en el que se guarda una postal de la isla de antes, de un tiempo en que el jíbaro trabajaba desde el amanecer hasta el anochecer por solo algunos centavos. En el centro, el  billboard interrumpe el paisaje y recuerda que la modernidad siempre corta la naturaleza a la mitad. Quizás por eso la cámara futurista de Amazon, que recorre el techo como un drone, no se sienta tan fuera de lugar mientras transmite el concierto en directo a través de Amazon Prime. 

Con el tambor ya recuperado y listo para bomba-cificar las primeras canciones, Benito abre con “ALAMBRE PúA”. Desde el techo, las luces marcan el ritmo de un día campesino: “KETU TeCRé” como mediodía, “EL CLúB” en el atardecer, La Santa en la noche. Benito cae al suelo rendido tras su jornada. Tras el desmayo, aparece en la cima de la montaña José Eduardo Santana con su cuatro puertorriqueño, dándole vigor a Benito, quien regresa con PIToRRO DE COCO en la mano. La celebración es interrumpida por un corte de luz  que abre paso a El Apagón, conectando los struggles de ese jíbaro con el boricua moderno.

Las luces vuelven a bajar y el billboard muestra una cabaña en un bosque invernal. En escena aparece el actor boricua Jacobo Morales junto a Concho, un personaje que encarna al sapo concho puertorriqueño. La audiencia conoce cada línea, sobre todo la de “somos del calentón”. Concho desea ir a la playa y una imagen nos devuelve a P.R. En segundos, entran corriendo a escena los integrantes del grupo  Chuwi para “WELTiTA”. Benito, ahora con outfit veraniego, es acompañado por Lorén, la vocalista principal de la agrupación isabelina.  En la estrofa de “¡Jacinto!” los gritos retumban en todo el Choliseo. El amor hacia Chuwi, se siente. 

Le sigue “KLOuFRENS”, con la pantalla mostrando a distintas personas del público. La iluminación permite ver banderas y pancartas ondeando: “P.R. no se vende”, escrito en una bandera. “P.R. se levanta”, se lee en otra. Una bandera de Lares en medio de la arena, una de Cuba en la sección 220. Las pancartas cuentan historias propias: “Debí tirar más fotos de los que ya no están”, seguida de una fecha de fallecimiento. Otra decía: “¡Hoy es mi cumpleaños!”. Como la fauna en un árbol, el Choli se siente como un habitad vivo.

El foco  regresa a Benito, ahora en la sección acústica bajo el flamboyán. La canción “Ni bien ni mal” desata la mayor reacción. Entre acordes, Benito confiesa: “Quiero algo que diga lo que realmente siento”. Esa búsqueda abre paso a Vete. ¿Un mensaje personal o a los turistas que llegan a Puerto Rico? La interpretación queda abierta. Lo cierto es que con “TURiSTA” cierra el set acústico.

Montándola en la marquesina

Es momento del party de marquesina que hace que Project X parezca un quinceañero. La casita cuenta con una fachada familiar para todos en P.R.; es nostálgica y contemporánea a la vez. Lo que diferencia cada casita son las historias y lazos que se refuerzan adentro. Por eso, Concho es tan defensivo, pidiendo que la cuiden y deseando regresar, como recalca en su segunda llamada, cuando Benito ya está en el techo. Según Benito, Concho viene en  diciembre.

El set abre con “NUEVAYoL”. Aunque toda la experiencia es un highlight, “Neverita”, “VOY A LLeVARTE PA PR” y “Efecto” provocan las reacciones más fuertes. Los invitados de esta última función fueron RaiNao, Dei V, Jowell y Randy, Ñengo Flow, De La Ghetto, y Arcángel. Jowell y Randy tuvieron su propio mini set con clásicos, como “Siente el Boom” o “Guayeteo”. Luego, Ñengo, De La Ghetto y Arcángel se unieron a Benito para un momento Avengers boricua: “ACHO PR” retumbando en cada esquina y sellando la sección urbana.

Antes del concierto circulaban especulaciones: ¿haría Benito algún comentario sobre María o sobre otras catástrofes puertorriqueñas? La respuesta fue clara: el show entero es el comentario. 

Algunos invitados, sin embargo, sí aprovecharon para dejar sus expresiones. Ñengo, por ejemplo, vistió una camisa con el número 4,645, la cifra reportada de muertes que cobró el huracán en 2017. Más tarde, Los Pleneros de la Cresta cerraron la casita transformando su tambor en escudo de esperanza y recordando a comunidades que aún esperan atención en salud, educación y justicia.

Cierre inolvidable 

De vuelta a la montaña, llega  “LO QUE LE PASÓ A HAWAii”, interpretada por Bad Bunny, quien terminó  con ojos aguados  y aplausos que estremecen una vez más el Choli. La sección de salsa arranca con un video educativo y la presentación de Los Sobrinos, quienes llegan a tarima  para la versión salsera de “Callaíta”. “BAILE INoLVIDABLE” destaca al pianista Sebastián Torres. 

Pero el momento inesperado, cuando se quería caer el Choli, llega cuando Benito introduce una canción que no canta hace veinte años: “Preciosa”, del compositor Rafael Hernández Marín, en la versión popularizada por Marc Anthony en 1999. ¿La sorpresa? Precisamente el mismo Marc se le unió en tarima provocando que el público caiga en euforia. Todos cantan, lágrimas caen, manos se posan en el corazón al entonar lo que, para muchos, es el segundo himno de Puerto Rico. Mientras, una bandera azul cielo adorna el techo.

Las emociones siguen altas con DtMF, que provoca abrazos y coros colectivos. Y el cierre llega con “LA MuDANZA”, una épica salsa donde Benito presenta a cada integrante de Los Sobrinos como protagonistas de una obra, al estilo Broadway.

El concierto fue, precisamente, eso: un espectáculo a lo Broadway. Cuatro horas sin descanso, sin un solo quiebre en la energía de Bad Bunny. La superestrella más grande del mundo —en su peak— reside aquí, en Puerto Rico. Y con su arte demuestra que recordar y perseverar, aquí o allá, también es una forma de lucha.

Lo del Choli fue irrepetible, pero no exclusivo. La mayoría del país lo vivió a través de Amazon Prime, donde rompió récord como el concierto más visto de la plataforma con más de 11 millones de espectadores en vivo. Así se creó una memoria colectiva que ya forma parte del canon boricua x100pre.

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Daniel Gabriel González Santana

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