Del Mismo Racimo y su tornaSOL: psicodelia tropical para entender(nos)
Existe una barra imaginaria llamada Baricentro. Desde el techo, una “luna de espejos” gira y un destello se refracta para iluminar el lugar: un espacio lleno de melancolía, anhelos y arte.
Hay voces que murmuran y copas que chocan. Una voz profunda te envuelve. “Somos un racimo de espejos”, escuchas. Y, con un ritmo lento y sensual, comienzas un viaje hacia tu interior.
Suena “deste(yo)s”, el primer tema de tornaSOL, el nuevo álbum de Del Mismo Racimo, un trío compuesto por los hermanos Gabriel y Gustavo Martínez Zayas, y su padre, Víctor Martínez Viana. En esta producción discográfica, la segunda del grupo, se sumergen en relatos sobre la diáspora, la identidad, la pertenencia y el amor.
“El disco comienza con un viaje introspectivo de quién soy”, explica Gabriel. “¿A qué país, tierra, suelo pertenezco? Me quiero ir, me puedo quedar”.
La búsqueda no es solo personal, es sonora, es en colectivo. Sus canciones oscilan entre el bolero y lo retro, entre la psicodelia y lo caribeño. Experimentan y fusionan.

La mayoría de las canciones nacieron mientras él estudiaba una maestría en Química, en Nueva York. Algunas fueron notas de voz enviadas desde la distancia y ensambladas más tarde en Caguas, en El Purgatorio, como le llaman a esa terraza familiar convertida en estudio de grabación.
Gabriel compone y marca la línea melódica, cargada de imágenes cinematográficas, ciencia y cotidianidad. Víctor –que ve los acordes como colores– pinta las armonías y les pone textura desde los sintetizadores. Y Gustavo le mete los licks de guitarra a los puentes que te llevan de la época setentera a sonidos alternativos actuales.
Oyes cómo un pulso electrónico vibra en tus oídos. Es “esta(tú)haz”, donde un rayo “de luz revela el polen en el viento… si uno es siendo, por qué querer saber quién será”. El disco no te da respuestas, solo el espacio para que las preguntas fluyan con honestidad y belleza.
Lo mismo ocurre en el proceso de creación. Son directos, se conocen demasiado. Hay confianza para proponer, desechar y rehacer. Hay una máxima que lo sostiene todo: el compromiso con la canción.
“No importa la idea que salga”, dice Gustavo, “todo es para que la canción mejore y llegue a ese punto donde los tres estemos a gusto”.
Escucha mientras lees:
Han adiestrado sus egos. “Uno está dispuesto a soltar”, asegura Víctor. “El arte no puede hacerse forzoso o a la prisa”.
Para él, con este álbum ha descubierto una “dinámica de admiración” hacia sus hijos por la capacidad que tienen de crear. “Ha sido bien gratificante”, añade. “Como músico, he crecido un montón porque me pone en otra óptica”.
Entonces, escuchas una nueva voz. Es la de Eduardo Alegría en “super.posición”. Le cantan a la dualidad, a las luchas internas, a la inseguridad. “Ese que se fue estalla por regresar y el que se quedó desea escapar”, interpreta Gabriel en el tema.
La psicodelia se espesa en “en|azar” y se junta con ritmos caribeños para darte esa sensación tropical. De cuerpos que se encuentran, de fotones que besan y crean un “covalente instante”. “Enlazar es aferrar, el azar a pesar del mar”, canta Gabriel antes de que suene la clave salsera.
Es el turno de la distancia y la añoranza. “Por la ventana viendo un país hecho paisaje… Sin saber llegar, pero sí partir”, suena en “a(su)lado”.
Escucha mientras lees:
“Nuestro país se basa en la diáspora”, sostiene Gabriel. “No estás solo en ese viaje. Pensaba que nadie iba a entender. Todo lo contrario. Todo el mundo se siente igual. Tu país, desde lejos, se siente igual. No busca ser un paisaje, busca ser un país”.
La nostalgia persiste. El ritmo se acelera y el cantante Joe Louis se suma al vaivén en “(péndulo)”. Estar aquí y allá. Tener que elegir entre la ciencia o la música.
Ese ir y venir es lo que, quizás, les ha permitido ser fieles a su proyecto, en una industria que empuja a la homogeneización. Los tres tienen sus profesiones científicas y el grupo no es su principal fuente de ingreso.
“No tenemos esa necesidad. Aunque queremos que esto explote y nos escuche más gente”, aclara Gustavo, “Hay otros artistas que no la tienen tan fácil porque es su única forma de subsistir y sucumben a ser más comerciales, hacer algo que venda más”.
Ahora, regresa ese ritmo que te hace mover las caderas. En “estr(ella)”, el amor se convierte en cuerpos celestes. Para seguir con “tornaSOL”, como su sonido identitario: que se mezcla entre lo retro y lo moderno, que se fusiona, donde los acordes se sobreponen uno sobre otro.
En “enTROPICAL” la energía contenida encuentra ritmo. Entre límites, el desorden baila guajira. Y, sin darte cuenta, orbitas como si siempre hubieras pertenecido a ese universo.
“El resultado del caos en nuestras mentes, en nuestras ideas, se transformó en Del Mismo Racimo”, confiesa Gustavo. “Los músicos tienden a tener pensamientos creativos todo el tiempo. Papá me decía que es el curse (maldición) de ser músico. El grupo se ha transformado en ese ruido que escuchamos”. Y Gabriel agrega: “Todo lo que somos se refleja en cada canción”.
De momento, en “foto*n”, la luz se vuelve tacto, retrata. Sofía Paola canta con delicadeza. Respiras. Te relajas con “S[U]NLIT PR[I]SM”. Para llegar a “to(nos)” y pensar en colectivo. Ir del paréntesis individual, del yo, al nosotros.
“Cuando la escribía, me imaginaba al jíbaro de Ramón Frade en el tren cargando ese racimo de espejos”, cuenta Gabriel, “mostrando todas las realidades del puertorriqueño… no son ellos allá. Somos nosotros”.
El álbum no solo se escucha, se transita. “Va más con la psicodelia de ser puertorriqueños”, apunta Gustavo.
Del Mismo Racimo y su tornaSOL son el reflejo colectivo que nace de una introspección íntima. Un gesto de amor entre padre e hijos, entre la música y las palabras, entre las islas y su diáspora. Una apuesta al arte como lugar de encuentro: para escapar, para pensar(te), para entender(nos).
